Quiero tu amor by Corín Tellado

Quiero tu amor by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1955-01-01T05:00:00+00:00


VII

Absorta, muda y rígida, se hallaba tras el ventanal con la frente apoyada en las manos, y el cuerpo medio ladeado en la butaca que sostenía su incertidumbre. Tenía los labios abrasados y el corazón dolorido. Y ella sola debía masticar aquella rabia y aquel temor y guardarlo celosamente para que nadie vislumbrara su amargura.

Habían transcurrido muchos días. ¿Cuántos? ¡Bah! No los había contado. Pero aún sentía el fuego de sus labios en su boca y el calor de las manos que habían apretado su cintura.

—¿Dónde estás, Zay?

Se puso en pie rápidamente y se miró al espejo.

«He de disimular —se dijo—. Es preciso. Papá jamás me perdonaría. Y yo…».

—Estoy aquí, mamá.

Entró la dama, tan fresca, tan esbelta, tan gentil como siempre. Miró en todas direcciones.

—Me agrada tu santuario, hijita —susurró—. ¿Por qué no has salido? Ha llamado por teléfono y dijo que te esperaba en el lugar de costumbre. ¿Quién es tu adorador?

Se estremeció. No tenía ninguno. El… solo él… ¿Pero había llamado? ¿Había tenido aquella osadía?

—¿No dijo su nombre?

—Pues no. Advirtió que tú ya lo sabías.

—Ha sido un error, mamá —susurró, sofocada—. No tengo muchos amigos. Los que me habéis presentado en la fiesta el día de mi presentación en sociedad… Y, francamente, ninguno es mi adorador. Admiradores, tal vez.

—Pues es extraño…

—De todos modos, saldré un poquito. No para ir a ese lugar de costumbre, puesto que no tengo ninguno determinado.

Se miró nuevamente al espejo. Un poco más pálida, pero linda, linda como ninguna.

—Te veo inquieta, Zay. También tu padre lo notó. ¿Te habrás enamorado? Cuando yo tenía tu edad, no tuve tiempo de conocer a muchos hombres porque me enamoré de tu padre en seguida y también me sentía descentrada e inquieta hasta que me casé…

—¡Oh, es absurdo, mamá! No tengo amores.

—Pues ve con cuidado, y si tratas a algún hombre asiduamente, ve pensando que ese es tu amor. Eres como yo, Zay, y no sirves para amar a seis a la vez como tus amigas. Amarás mucho, pero a un solo hombre y para toda la vida.

Se alejó por no oiría. Sería terrible que se enamorara de Ángel Viña. Un hombre que admiraba a todas las mujeres y que las besaba por gusto, no por haber sentido la necesidad del beso.

—Te esperaba.

Dio la vuelta en redondo.

—¿Por qué? ¿Por qué me esperabas si eres el último a quien deseo ver?

—No lo discuto. Si desearas verme hubieras salido hace muchos días. Y si hoy no te llamo por teléfono…

—¿Has sido tú?

—Era preciso. Tenía derecho a darte una explicación…

—No quiero tus explicaciones.

Daba la vuelta, pero Ángel no estaba dispuesto a dejarla marchar.

La cogió por un brazo y la retuvo junto a sí.

—No seas quisquillosa, Zay. Ya sé que ningún otro hombre te ha besado. Lo sentí en el estremecimiento de tus labios, que quedaron rígidos y fríos bajo los míos… Pero yo no soy un hombre cualquiera…

—Eres peor que otro cualquiera.

—¿Me acompañas? He de darte una explicación y aquí no puedo hacerlo. Los transeúntes nos miran; estamos llamando la atención. ¿Vienes a mi estudio? Se revolvió como si la ofendieran profundamente.



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